sábado, 14 de diciembre de 2013

Mi mejor DIY

Ya sabéis que soy un poco desastre en cuanto a manualidades, cocina, planificación, recordar cosas importantes y alguna otra cosilla.
Pero hoy vengo a presumir, porque aunque os cueste creerlo un día hice algo fantástico con mis manos. Os voy a mostrar mi mejor DIY, o mejor dicho, el único DIY del que puedo presumir. 

Para ser justos reconoceré que no soy la única autora. Fue un trabajo en colaboración con el padre de la fiera. 
Cuando el canijo cumplió un año decidió que ya no quería más cuna. Nos lo venía haciendo notar desde hacía tiempo, ya que dormía más veces con nosotros que solo.
Pero su inquietud constante, pateo, voltereta, tirón de pelos y adosamiento a mis riñones hacía cada vez más difícil nuestro descanso.
Seguro que tod@s conocéis esta viñeta, que describe perfectamente lo que supone dormir con un niño. 
L@s que os estáis planteando ser madres/padres tened en cuenta que esto es lo que os espera. 


En fin, que decidimos que era hora de ponerle una cama bien grande para él solo y para que diera todas las vueltas que quisiera.
Otra finalidad de la cama grande era poder acostarme con él cuando le entrase el mono de hacerme ricitos en el pelo. Algo que a él le relaja un montón y a mi me crispa los nervios. 
Los siento Sr. Estivill pero usted y su método me caen gordos.  

Pues aquello nos funcionó, dormía un poco más (nunca ha sido un niño dormilón) y nosotros empezábamos a descansar después de un año.
Le pusimos una habitación rechula llena de cuentos, muñecos, estrellitas que brillaban por la noche y otras mil historias. Y el pequeño insomne tan feliz

Cuando llegó el verano nos trasladamos a la sierra a pasar el mes de agosto con los abuelos, y nos encontramos con que su nueva habitación estaba pelada. Paredes blancas y techos altísimos.
Entonces se nos ocurrió aprovechar todo ese espacio para crearle un fondo marino.
Compramos "goma eva" en pliegos grandes de todos los colores. 
Sacamos dibujos de internet de cosas que nos gustaban relacionadas con el mar, peces, un barco pirata, un ancla, y luego dejamos volar nuestra imaginación. 
Primero hacíamos el fondo de la figura en negro u otro color oscuro. Luego recortábamos piezas de colores y las íbamos pegando encima con pegamento de barra. 
Como veis es una manualidad fácil de hacer con niñ@s a partir de 3/4 años. 
Las figuras tienen un tamaño importante. Para que os hagáis una idea, cada pez tiene el tamaño de un folio A.4. La isla en inmensa

Aquí os dejo con el resultado final. A mi me encanta
Cuando la fiera se tumba en su cama puede disfrutar de su propio fondo marino, y aprovechamos para inventarnos cuentos cuyo protagonista es el Pirata Malapata, que como todo pirata que se precie fue mutilado a conciencia y tiene un pata de palo y un garfio. Navega en su velero con el mapa del tesoro, rumbo a la isla del cangrejo y huyendo del tiburón risitas.  


¿Os gusta?


domingo, 8 de diciembre de 2013

Estoy criando un Friki

Pues nada, aquí estoy de nuevo (Papá de Guindilla) para contar algo que lleva un tiempo rondándome la cabeza.
¿Estaré convirtiendo a mi hijo en un pequeño friki?

Según pasa el tiempo mi hijo va definiendo poco a poco que cosas son las que más le gustan y sospechosamente se está convirtiendo en un mini-yo. Sus cosas favoritas son:
-    Muñecos de superhéroes
-    Videojuegos
-    Comics de superhéroes
-    Star Wars y todo lo que le rodea

Evidentemente soy una mala influencia. Mientras su madre le lee cuentos, utiliza juegos educativos y hace puzzles, yo me dedico a hacer luchas de espadas, le leo comics, y cada vez que viene a mi despacho acabamos sacando los videojuegos de las estanterías para repasar los títulos. Solo hay que vernos cuando tenemos que comprarle algo a guindilla, siempre acabamos discutiendo entre coger un puzzle de El Principito o un álbum de pegatinas de Batman.

Las preguntas que me hace mi hijo en la bañera no son las típicas de un niño de 4 años. Sus preguntas son del tipo ¿por qué no envejece el Capitán América? ¿por qué Hulk destruye cosas? Y sobre todo está obsesionado por saber cuanto de alto saltan todos los personajes ¿?. 
Os juro que a veces tengo que darle largas porque no se que contestar. Se piensa que soy una enciclopedia de super héroes. Preferiría que me preguntara de donde vienen los niños o cosas así, para esa pregunta si estoy mentalizado, y ya tengo unas cuantas respuestas preparadas.

Para no cargar yo con toda la culpa os diré que tengo mucha ayuda de familiares y amigos. Mis hermanos, por ejemplo, siempre le regalan camisetas y juguetes de superhéroes. 
Algunos amigos tan “frikis” como yo también colaboran comprándole disfraces de Star Wars y juguetes lego de esta saga.
Hablando de disfraces, este amigo organizó para el cumpleaños de su hija una fiesta de disfraces, y claro, apareció con un disfraz de Darth Vader hecho por el mismo, y mi hijo de soldado clon, vaya pareja que hacían.
En fin, que no soy yo solo. Incluso en ocasiones gente que no es friki habitual (tías, primas...) le regalan pijamas de Spiderman porque saben que le gusta. Al final todos ponen su granito de arena.

Reconozco que a veces me da apuro pensar que mi hijo, que aun no se sabe todas las letras del abecedario, conozca todos los nombres y poderes de Los Vengadores. O pensar que con 3 años se terminó su primer videojuego.

Todo esto que cuento explica en parte por que nos gusta jugar en el parque a lanzar y esquivar bombas como si fuésemos héroes de acción.

Menos mal que la madre de Guindilla nos pone el contrapunto y nos aporta otro tipo de actividades, que aunque no son tan divertidas son más convencionales. Así al menos me queda la esperanza de que mi hijo herede alguna afición aburrida de su madre y no todas las mías.

Ah, también le doy las gracias por impedir que le pusiera a mi hijo de nombre Aragorn o Anakin, aunque reconozco que esos nombres aun me parecen interesantes.



domingo, 1 de diciembre de 2013

¡¡¡¡ Por los pelos !!!!

Entre mis múltiples virtudes está la de pasar olímpicamente de cuidar mi aspecto más allá de lo higienicamente fundamental. Que nadie se asuste demasiado, me ducho todos los días y esas cosas, pero mi falta de coquetería me lleva a cometer ciertos deslices. 
Valga de ejemplo lo que me pasó el otro día en la peluquería. 

A pesar de mi edad juventud necesito teñirme para no llevar el pelo cubierto de canas y que me confundan con el Dr. Emmett Brown, más conocido como Doc en "Back to the future". (Si habéis necesitado esta aclaración es que sois realmente jóvenes). 
Este proceso que debería llevar a cabo una vez al mes como mínimo (sí, tengo mucha suerte, el pelo me crece ultra rápido), lo vengo haciendo una vez cada tres, cuatro o cinco meses en función de lo perezosa liada que esté.
Esta última vez aproveché que tenía cita para la depilación láser (otro embolado en el que me he metido) y así matar dos pájaros de un tiro (maldita la hora en que se me ocurrió tan genial idea). 

Allí me tenéis, dispuesta a mi doble sesión estética, a merced de mis asesoras. 
Esto último antes me funcionaba muy bien, durante unos años tuve una cuñada peluquera que hacía conmigo lo que quería, y yo encantada. Cada vez que me pillaba por banda me cambiaba el color de pelo, el corte y cualquier otra cosa que se le ocurría. En la actualidad tengo que volver a pensar por mi misma lo que necesito, con la dificultad que conlleva.  

Llego a la pelu y primera decisión: color del tinte. - Pues no se, el de la última vez. 
Para mi desgracia la peluquera y yo debíamos tener una percepción distinta del color que me aplicaron la ultima vez, porque he pasado de un cobrizo a un moreno raruno.

La segunda decisión desafortunada fue dejar que me convencieran para hacerme el láser mientras se me secaba el tinte.
Lo primero que descubrí fue que no me podía quitar mi camiseta, la bata, la toalla y la capa de plástico que remataba mi outfit con aquel mejunje extendido por toda mi cabeza. Con la ayuda de la esteticién, y dos pinzas, conseguimos hacer un burruño con toda aquella ropa alrededor de mi cuello, para que me pudiesen achicharrar los pelillos de las axilas. 
Como buenamente pude me tumbé en la camilla y me dejé hacer.
Consecuencia: salí con la barbilla teñida del mismo color que mi cabeza. 

Después de restregarme un producto para tratar de arreglar el desaguisado la chica me mandó de nuevo a peluquería, no sin antes aprovechar para trasladarme su indignación sobre lo ocurrido, "por la mala práctica de sus cutres compañeras", que además le iba a suponer salir media hora tarde del trabajo, y otros detalles que no es necesario transcriba. 

De vuelta en la peluquería me dejaron un rato laaaargo esperando en el lava-cabezas  para que en las puntas de mis pelos se produjese una reacción que no conseguí entender cuando me lo explicaron.   
Cuando por fin me lavaron el pelo insistieron en ponerme miles de productos, que yo no quería, ni necesitaba (desde mi punto de vista). 

En ese intervalo una clienta empezó a quejarse del resultado "poco satisfactorio" de sus mechas. La encargada tuvo a bien tomar las riendas de la situación y explicarle que "el efecto degradado multicolor de sus mechas es lo más de moda últimamente". Como la clienta no estaba nada contenta con la explicación optó por volver a tintarle el cabello. 
     
Lo mejor del caso es que me endosaron a mí a la cutre peluquera, que disgustada y ofuscada por lo sucedido no tuvo mejor gesto que quemarme una oreja con el secador

Dos horas después, desesperada por regresar a mi casa, pasé por caja, aboné el importe del desaguisado y pedí la tarjeta del parking. 
Cuando llegué a la garita del parking el señor, muy amablemente, me dijo que aquella tarjeta no valía porque no estaba sellada. Vuelta a la peluquería para que me la sellasen y vuelta al parking para marcharme. 
No podía ser tan fácil. El buen señor tuvo el detalle de decirme que en la peluquería deberían haberme dado dos tarjetas para cubrir las dos horas de agonía y que, como solo me habían dado una, él ahora tenía que cobrarme la otra hora. ¡¡¿Por qué no me lo contó la primera vez???!!!!

¿Es necesario que os diga todo lo que se me pasó por la cabeza en aquel momento?

En fin, si no os ha quedado muy claro por qué no me gusta ir a la peluquería os sugiero que volváis a leer la entrada. En lo que a mi respecta no pienso volver hasta que me confundan por la calle con la mujer de Papá Noel / Santa Claus.  


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